martes, 8 de diciembre de 2009

Estaba anegada en lágrimas. Me dejó que se las secara suavemente mientras me hacía creer que eran de emoción, por volver a vernos. Supe que no. Desde que la vi aparecer, supe que, aunque en una situación normal hubiera primado el éxtasis de volvernos a encontrar, no era así.

Supuraba dolor en cada balbuceo. Cuando por fin admitió la verdad, me narró los hechos como pudo. Tan confusa, tan ingenua en esos momentos. Me contó mientras se me abrían las carnes al escucharla que se había sentido extraña. Extraña en la batalla, por primera vez. Que entre las palmas de sus manos y su arco había frío. Un frío extranjero entre sus dedos, que estaba helando las paredes de su propia alma. Que no controlaba sus movimientos.

Como si no fuera ella.

Como si no fuera su esencia justo en la última batalla. Me contó que no la asustaba, cuando fue consciente, la muerte. Que la aceptaba y daba gracias a Helm por la oportunidad que le brindó, por haber podido recorrer su camino añil en sus últimos años. Ah, mi pequeña. No sabía que me dolía más a mí que a ella. Lo que la asustó, lo que verdaderamente atenazó su estómago de puro pavor, fue no reconocer a sus compañeros. Más calmada, me confesó que la desconfianza siempre le había causado ser introvertida; audaz, pero individualista en sus actos. Ante ella se abría, de nuevo, como cuando su madre la dejó y yo me sacrifiqué por ella, la soledad.


Añadió, ya serena, que antes de expirar se sintió en calma. Porque lo único que deseaba, siendo consciente de su alrededor en esa vida, era volver con su padre. Porque eso significaba la muerte, abandonar esa realidad. Porque significaba volver conmigo.




***



Y aquí terminan nuestras desventuras domingueras en Amn. Se acabó madrugar un domingo para tener la tarde libre. Buenos recuerdos; no quiero que se enturbien. Pensando, con una sonrisa, que cuando cumplí los 17 me hizo ilusión pasar la tarde con ella. Con mi novata e inexperta Brempa. Y el brillo de sus torpes flechas.
Así que hasta aquí. Nos vemos en otros mundos, que no sean éste. Que no cese la batalla.