martes, 21 de abril de 2009

Annetta Belgrim


Cómo una infesta cloaca llena de ratas está este fatídico mundo, la podredumbre, esa asquerosa putrefacción material, nos rodea a cada paso que damos. Iglesias corruptas, cleros impíos, gobiernos que no piensan más que en enriquecerse, hambre y dolor, dolor como el del niño que ha perdido a su madre por que un ejercito de orcos ha arrasado su aldea, dolor como el del guerrero que ha sacrificado a sus compañeros por una mala decisión. Ese es nuestro pan del día a día.

Cuando salí de la Gran Brecha lo hice ilusionada, era joven, estúpida y joven. Me embarqué en misiones en nombre de Clangeddin, defendiendo honor y justicia, difundiendo su palabra a los enanos marginados, separados del mundo y odiados por todos, a los humanos, reacios a conocer a los Dioses enanos, pero faciles de orientar gracias a su talento natural para el politeismo, aunque muchos de ellos anden perdidos toda su vida. También he descubierto entuertos, dolorosas confesiones de gente que ha matado por dinero o por comida, o solamente por diversión; escándalos dentro de las mejores familias... pero aun así, yo creía que este mundo aun tenía salvación.

Fue en Amn, a la edad de treinta y siete, cuando lo conocí a él, Marcus Redrog, un heraldo de la palabra de Clangeddin, siempre armado con su maza y su escudo, allí estaba cuando alguien lo precisaba, ayudando al más necesitado, a veces por unas pocas monedas de limosna y otras sólamente por la satisfacción de haber realizado una buena acción, yo le ayudaba, estaba ahí siempre, luchando codo con codo, sanando a los enfermos o dando de comer a los niños sin hogar, esa vida era la que yo deseaba, una vida en la que llenar mi existencia, el no ser una mera gota de rocío en un amanecer, confiaba en él como en un hermano, incluso cuando yo no lo necesitaba él me daba favores y ayudas que me animaban a continuar, pero era joven, joven y estúpida.

Un apoderado de la realeza de Amn nos encomendó una misión a Marcus y a mí, una tarea facil, solo teníamos que llevar una poderosa relíquia a las ruinas de un antiguo templo de una deidad ya olvidada por los mortales, y una vez allí, limpiarla y purificarla. El objeto de tremendo poder quedó a recaudo de mi compañero, el cual con su tono apacible de siempre, le dijo al noble que cumpliríamos la misión de forma rápida y concisa.

Nos dirigimos hacia nuestro objetivo un dia que jamás olvidaré, el cielo nublado en el horizonte, el sol, aún en verano, permanecia aletargado, dormido esperando el ser despertado por alguien. Un escalofrío recorrió mi espalda, cuando terminaba de ajustar las correas de mi armadura, aunque no le di importancia, Clangeddin nos protegía, siempre he tenido fé ciega en Él. Marcus se dispuso a iniciar el viaje rumbo a la morada de nuestra misión, en ese momento, mi corazón se aceleró, su voz sonaba ronca y seria, más profunda que de constumbre, tan intensa, que mi piel se erizó al oir mi nombre.

El camino hasta allí fue apacible y relajado, aunque algo no me dejaba concentrarme en lo que debía hacer, en todo momento estaba nerviosa, algo que no había sentido nunca estaba sucediendome. Cuando llegamos, Marcus descendió de su montura y se dirigió al interior de la estancia, entonces se despojó de su armadura, dispuesto a santificar ese lugar en nombre de nuestro protector, la misma sensación que cuando lo vi antes de iniciar el viaje inundó mi alma, mis pulsaciones se aceleraron, mi respiración empezó a entrecortarse, un sudor frio emanaba de mi frente, yo sabía lo que tenía que hacer, me acerqué decididamente a Marcus y con voz seria le dije lo que sentía, él, estupefacto, se echó a reir y me empujó, yo empuñé mi hacha, y justo antes de asestarle con el filo en la sien, un rayo proviniente del cielo cayó directamente encima mio, dejandome cegada por instantes, tenía razón, aunque no quería creerlo, ya no era el bondadoso y puro Marcus que yo conocía, si no una nueva personalidad malvada y cruel estaba en el lugar de mi compañero y mentor. No quería creerlo, en ningún momento quise, sólo quería pensar que mis sentimientos al concentrarme en Marcus fueran otros, no los que empecé a percibir.

Mi hasta ahora compañero invocó unas criaturas mitad demonio, mitad animal, mentando a esa Diosa que le había contaminado, a las cuales destruí sin mucha dificultad, pero cuando hube acabado con ellas, Marcus había marchado para siempre, dejando atrás una estela de dolor en mi alma, el dolor de perder a la persona que más me importaba. Cuando volví a Amn, me enteré que el tal apoderado jamás había existido y que el templo de Clangeddin había sido saqueado la noche anterior.

Desde entonces han pasado diez años, en los que he perseguido la senda de Marcus y he tratado de buscar el lugar donde se encuentra el culto a esa maldita Diosa, aunque solo he encontrado corrupción, mentiras y traiciones, gente que te vendería por unas míseras monedas de plata y gente que juega con tu confianza. La última pista me ha llevado al Mesón del Brazo Amigo, ahora sólo tengo que encontrar un grupo que esté dispuesto a ayudarme y a acompañarme a Aztakla.

Me llamo Anetta Belgrimm, y en nombre de Clangeddin, debo conseguir un mundo mejor.

miércoles, 8 de abril de 2009

problemas habemus....

Hoy al salir de la fortaleza de Helm Trogg y Zordan han querido desviarse del camino, sin dar razones. No les he puesto problemas, y les he acompañado como siempre, pueden dar por hecho que les acompañaría al mismo infierno, pero algo me extraña en ellos últimamente. Hemos llegado a un pueblo envuelto en la bruma, con una torre que sobresalía al fondo. En principio nada que llamase la atención, pero han insistido en explorarla, tampoco me considero quien para discutir, siempre apoyo a mis compañeros y si Zordan, que es el que más prisa tiene de todos ha tirado para adelante pues alli hemos ido los demás. Ha habido alguna queja de los demás, pero les hemos convencido para seguir, hacer una pausa de cuando en cuando para explorar una torre vacía no está mal, verdad? Pues está fatal cuando la torre está llena de trampas, y para colmo custodiada por engendros vampíricos. Tenía que haber olido a esos aprendices de vampiro nada más entrar en la torre, pero no sé por qué no sentía la presencia de mi Señora Tymora con tanta intensidad dentro del pueblo como estoy acostumbrado. Seguro que mis poderes estaban mermados, no he dado pie con bola, y para colmo me dolía la cabeza. A pesar de que instintivamente he apartado la mirada de los ojos de esas criaturas, no he sido capaz de avisar a tiempo a mis compañeros. Vaya líder estoy hecho, será mejor que le deje el puesto al estirado.
Tampoco he reaccionado a tiempo para socorrer al pobre Gallidix, al que han dejado seco como un trapo tendido en el suelo. Encima ni siquiera he sido capaz de darle descanso a su cuerpo, pues se ha levantado como uno de ellos antes de que pudieramos reaccionar. Su cara reflejaba auténtico odio hacia nosotros por haberle abandonado a su suerte. Hoy ha muerto un gran gnomo, chapuzas y excéntrico como todos los de su raza, pero un amigo leal, y le lloraré durante varios dias, espero que podamos acabar con su engendro y darle paz a su alma, pues esta vez no nos hemos atrevido a atacarle, y una expulsión mia le ha hecho huir. Y para colmo de males casi termina con nosotros un mimeto. Un mimeto, ni más ni menos que un mimeto, espero que ninguno de mis compañeros se vaya de la lengua sobre este incidente en la taberna, seríamos el hazmerrerir toda la noche.

En la taberna las cosas no han mejorado. Algo pasa entre nosotros, me he dado cuenta en combate de que cada uno iba a su bola, pero despues de ver la discusión que ha estallado entre nosotros pienso que es solo la punta del iceberg. Trogg me oculta algo, y tambien Brempa y el estirado, están actuando muy raro últimamente. El detonante de la discusión ha sido una joven paladina, quien con bastante gracia y bastante poco tacto ha pedido acompañarnos, yo la hubiera admitido inmediatamente, está buena incluso para ser enana, pero las desgracias sufridas ultimamente hacen que algunos de nosotros desconfíen incluso de una persona que emana tanta bondad. Trogg incluso ha desafiado mi autoridad, que desfachatez, a un líder se le puede cuestionar en privado, pero nunca ante extraños. En fin, a ver que pasa, Zordan ha propuesto ponerla a prueba, hablaré con él a ver que se le ocurre, aunque siendo paladina en mi opinión basta con pedirle un juramento de lealtad. Basta y sobra, a ver que paladín se atreve a romper la palabra dada por juramento sobre su señor. Pero en fin, si mis compañeros no están contentos, habrá que despejarles las dudas. Y con ese bárbaro ya hablaré en privado, le pase lo que le pase no es razón para tocarme las pelotas lo que me las ha tocado desde que salimos de Azhkatla.

jueves, 2 de abril de 2009

Vida de Zordan Colt (III)

Partimos siguiendo la ribera del río. Los magos cargaban con sendas cajas de madera lacadas en negro marcadas con distintos símbolos arcanos, parecían pesar bastante y las llevaban bien aseguradas a la espalda con correas. Caminamos durante un largo trecho, hasta que llegamos al linde de la zona arbolada. Los magos empezaron a leer pergaminos y a conjurar sortilegios en algunos de los árboles por los que pasamos. Si el plan funcionaba y los orcos pasaban por aquí estos árboles estallarían en llamas. Llegamos hasta la primera columna de piedra sin muchos problemas y los magos comenzaron a trabajar. Abrieron una de las cajas que llevaban y sacaron una tierra negra que esparcieron por toda la base de la formación rocosa, después dispusieron las piezas de la caja con los símbolos formando una cruz y recitaron un conjuro.
Tardaron mucho rato y los hombres empezaban a ponerse nerviosos. Para pasar a la otra columna de piedra, mas al sur disponíamos de la alta vegetación y la bruma que se había levantado del río, pero esa neblina no duraría eternamente, de hecho desaparecía a ojos vista conforme avanzaba la mañana. El camino hacia el sur fue mas complicado, podíamos oír a los orcos a pocos metros de donde estábamos y nuestro objetivo parecía inalcanzable, íbamos casi arrastrándonos, metíamos hierba húmeda en los huecos entre las placas de la armadura para que no hiciese ruido al caminar.

Cuando ya veíamos la base de la pequeña colina escuchamos voces orcas mas cercanas y nos quedamos quietos. Creo que alguno de los soldados intento dejar de respirar. Las voces se acercaban mas y no podíamos distinguir de donde procedían. Yo maldecía en silencio viendo tan cercano nuestro objetivo. Devrin desenvainó con sumo cuidado una de las espadas largas que llevaba, apenas se escucho el susurro del acero, pero se hizo un silencio gélido que nos congelo a todos en el sitio. Escuchamos los pasos acercarse pesadamente pero con cautela. Desnudé mi acero y los soldados siguieron mi ejemplo, los magos se tiraron al suelo, estaban en el centro de la formación de modo que no corrían mucho peligro de recibir un ataque directo. Devrin me hizo un gesto con los dedos, cuatro orcos se dirigían hacia nosotros desde el este, intentaríamos hacerles pasar de largo y matarlos en silencio. Indique a los soldados que se tumbasen y pusiesen sus armas en posición. Los orcos nos vieron antes de poder intentar escondernos, el primero que nos avisto intento darse la vuelta para gritar, pero la hoja de Devrin emergió de su pecho salpicando la hierba de negra sangre. Lo demás paso muy rápido. Al vernos descubierto di la orden de correr hacia adelante, para cuando los soldados se levantaron y los orcos se dieron cuenta de lo que pasaba ya solo eran dos, pues un segundo cadáver yacía en el suelo con la garganta seccionada. Mi espada se encontró con la armadura de cuero de uno de los orcos pero con un segundo empuje la atravesó y deshinchó un pulmón del desdichado enemigo. Cuando levante la vista vi como Devrin corría detrás de el orco restante que huía dando gritos de alarma. No tardó en alcanzarlo y darle muerte, pero un grupo mayor ya se había percatado de nuestra presencia y empezamos a correr hacia la colina.

Cuando llegamos los magos estaban desmontando la caja y Devrin me llamó aparte. -Zordan, tengo que darte algo- dijo mientras se desprendía la vaina de su espadón. -Toma, quiero que lo tengas tú, se que le darás buen uso, se que me darás tu palabra y que podre confiar en ella.-
-¿Qué estás diciendo?- pregunté, no sabía por qué preguntaba, conocía a Devrin, conocía su sentido del honor, sabia perfectamente de que hablaba, pero no podía admitirlo y estaba claro de que planeaba emprender un viaje al que no me permitiría acompañarle. -Soy el último de mi estirpe, nadie mas queda con mi sangre o la de mi familia, te doy esta espada que sera tuya y de tu familia, no podrás perderla u olvidarla y te servirá bien en el momento en que le encuentres un nombre apropiado- me tendió el espadón y yo lo empujé con rabia – ¡Voy contigo!- le dije. -No, esta vez no, debes asegurarte que cumplen con su labor- señaló a los magos, además hay alguien que te espera en el campamento- No pude rebatir sus argumentos, me invadió la congoja, no podía articular palabra. -Devrin, ¿qué haré?- en ese momento me sentía el hombre mas solitario de Toril -Salir adelante y convertirte en una gran persona- contestó con su cálida sonrisa volviendo a tenderme el espadón. Cogí el arma y descubrí parte de la hoja -Te doy mi palabra Devrin- La cola del fénix grabada en la hoja emitió un ligero destello y pude leer unas letras “palabra” -No, yo te doy tu palabra- me contestó. Permanecí allí quieto mirándole mientras llamaba a diez soldados para que le siguieran, después desenvainó sus dos espadas largas, dibujó una linea en el suelo miró atrás por ultima vez y se lanzó al combate. Aquel día murió Devrin Greycastle, aquel día murió uno de los hombres mas valientes y honorables que he conocido nunca.

miércoles, 1 de abril de 2009

Vida de Zordan Colt (III)

Capitulo III

Cuando llegamos al supuesto fortín descubrimos que no era tal, sino una débil empalizada que protegía unos grandes atriles de madera que soportaban sendas catapultas y balistas. En el campamento nos enteramos de que los orcos tras tomar el paso montañoso habían marchado durante toda la noche hacia el norte para atacar por la retaguardia al grueso de las tropas de Amn y ahora se reunían a unas millas del puente que cubría la empalizada.

Algunos exploradores informaron que el campamento orco crecía cada hora y que teniendo en cuenta las tropas dispersas por el territorio que se dirigían hacia allí tardarían un par de días en hacer un ataque definitivo.

El oficial de mayor rango, el Lord mariscal Brant, pidió la evacuación de la ciudad y reunió a los que nos encontrábamos en el campamento. -Dentro de dos días es probable que todos nosotros enfrentemos la muerte,- dijo -no quiero llevar a nadie a tan negro destino sin que pueda afrontarlo con dignidad, se que hoy os consideráis fuertes y con valor para enfrentar lo que venga, la mayoría de vosotros no habéis visto batalla, pero se que flaqueareis. Algunos tembláis ya, solo de pensarlo. Por eso os digo, marchaos, aquellos que tembléis ahora, los que no tengáis la certeza de que merece la pena el sacrificio, marchad lejos, pero id pensando en esto: La evacuación de la ciudad, la huida y salvación de mujeres y niños depende de todos vosotros. Se que no veis esperanza alguna, pero el valor y el corazón de los hombres es lo que forja esa esperanza si no tenéis el coraje para forjar esa luz el futuro sin duda es oscuro. Os pido pues, que marchéis o luchéis hasta la muerte por que el futuro sea brillante, si no para nosotros, si para aquellos que esperan tras este puente.- tras decir esto se retiró. Cerca de tres mil soldados nos mirábamos unos a otros sin saber bien que hacer o que decir. -¿A qué esperáis?, esta empalizada no va a levantarse sola- todos nos giramos siguiendo la voz y allí estaba Devrin intentando levantar uno de los troncos que había en el suelo destinado a reforzar el muro de madera. Sin dudarlo corrí a ayudarle y después poco a poco todos los demás se fueron uniendo. No se si alguien abandono el campamento aquel día, pero los que nos quedábamos sabíamos que dos días después nos enfrentaríamos con casi ocho mil orcos.

Durante los dos días antes de la batalla en los pocos momentos de descanso que tuvimos hablé mas con Daenerys que con Devrin, y las pocas veces que hable con mi amigo, el tema de conversación era Daenerys, él decía que no debía dejarla escapar, que seria una buena mujer y que se podía ver desde lejos que había amor entre nosotros. Devrin se maravillaba por ello, decía que su lejanía de la especie le hacia sorprenderse de que incluso en un momento de futuro tan incierto y casi sin esperanza pudiese surgir algo como aquello, aquello, decía seria lo que nos haría vencer en aquella guerra, los humanos persistiríamos hasta el fin de las eras.

Y llegó el día, no fue de improviso, ni sin avisar, los vimos venir, aunque algunos aun albergaban el sueño de que no llegarían nunca, ahí estaban. Una gran mancha sobre la tierra, estandarte negros con símbolos rojos distinguían los diferentes clanes, en otro tiempo esas banderas se enfrentaban unas a otras sin razón aparente, ese día buscaban nuestra muerte.
Devrin se acerco a mi, llevaba en la mano a “Honor” su espadón, -vamos a ir allí- dijo señalando el ejercito orco. -¿Ves aquellas columnas de piedra?- era imposible no verlas, ademas las conocía de antes, una de ellas daba pie a una colina baja que conducía a la parte alta del paso de montaña que habían tomado los orcos hacia unos días, la otra se encontraba justo enfrente, debió ser, hace muchísimo tiempo parte de una montaña, pero el rió fue cortándola hasta dejarla como una columna de piedra informe azotada por los vientos que poco a poco acabaron de esculpirla como tal – los orcos van a intentar pasar por en medio y nosotros vamos a escoltar a dos magos para que las derriben encima de ellos. Con suerte acabaremos con unos cuantos y con mas suerte aun los retendremos lo suficiente para que lleguen los refuerzos de Diezciudades y después los buques de puerta de Baldur.- Seguí mirando durante un rato las dos masas de roca, el plan era muy solido, y desconcertaría a los orcos ya que no podrían escalar las rocas que cayesen en su camino tendrían que ponerse de acuerdo para ir por un lado u otro o dividirse con lo que podríamos luchar contra una sola fuerza mas igualada con nuestro numero mientras la otra se quedaba trabada con el fuego de los magos en la orilla del rió. -¿De cuántos hombres dispondremos?- pregunté. El plan era muy bueno, pero suicida para los que lo acometiesen, yo no dudaba en seguir a mi amigo, pero sentí temor, temor por no volver a ver a mi amada Daenerys. -doce y los dos magos, partimos enseguida-
Volví la vista hacia Devrin -¿no tenemos tiempo?- mis ojos buscaron en el patio la tienda que se había instalado para atender a los heridos. Devrin puso su mano en mi hombro – lo siento, pero no puedo permitir que te despidas, debes volver para cuidar que no le pase nada hasta que lleguen los refuerzos, nos vamos ya- . Miré a Devrin sonreí y nos pusimos en marcha. Mi pensamiento vagó alrededor de una joven que rasgaba linos para preparar vendas en una tienda del patio.

(continuará)