domingo, 25 de enero de 2009

¡Arggggg! El enano se ha hecho invisible cuando peleábamos en el bosque durante la noche, me siento traicionado, muy traicionado. ¡Vaya una sorpresa! No me esperaba una actitud semejante... Algunos dirán que ha sido ingenioso, ¡Trog asegura que es cobarde! Por los libros de mi padre... Deberían afeitar a ese enano. Nunca pensé que diría algo semejante, pero me da casi tan mala espina como el clérigo loco y también cobarde. ¡Maldita suerte, además! Justo a las puertas de su infierno de cobardes se ha quedado quieto y ha dado la vuelta para seguir atormentándome.

¿Qué ha hecho Trog? Algo está yendo muy mal, las tierras del este están podridas desde las entrañas, y no me hace falta un enano druida, o como se diga, ni la hábil exploradora para darme cuenta. ¿Es culpa de la carga que Trog ha depositado en su leal Trémor?

Pero no hay de qué preocuparse, ¡nada de eso! Nuestro destino está próximo, no puede quedar mucho para librarnos de esta carga... Aunque la sospecha y la curiosidad marean a Trog a partes iguales. ¿Qué es lo que hay dentro del cofre negro? ¿Y por qué el guerrero humano está debilitándose?

Todo va mal, ¡todo! La exploradora está deprimida, y lo está por la muerte del hermano del guerrero humano. ¡Si hasta parece que ella esté más afectada¡ Es increíble... Ahora que lo pienso... ¿cómo estará la dulce Hilora? Bueno, cuando las aguas se calmen trataré de hablar con ella. No quiero hundirla, mi postura hacia la muerte, y sobre todo hacia la muerte de quien me es ajeno, es un poco, no sé cómo decirlo... vamos, que no me importa. No quiero entristecerla, así que esperaré un poco, a la vuelta, para ofrecerle toda mi ayuda.

Eso si volvemos, claro... Y si lo hacemos, espero que no sea ya demasiado tarde.
Están siendo unas jornadas demasiado intensas. Me siento extraña, y no he podido evitar que conforme las horas pasaban y nos acercábamos a lo que me ha parecido una espiral de confusión y mal augurio, mi rostro se ensombreciera por momentos.
Todavía resuenan en mi cabeza las crueles palabras del semiorco. Me crispó de veras su insistencia para que rezara, pero no quería. En esa habitación, con ese cúmulo de sentimientos, las palabras que hubieran llegado a Helm no habrían resultado más que incoherencias. Y luego su rudeza golpeándome.
Me encuentro perdida y eso en mí es muy grave. Madre siempre me insistía en ello. Caminos, caminos, caminos. ¡Siempre me hablaba de caminos! Y por un momento he sentido que no había camino posible para salir de ahí. Qué enrevesados destinos nos esperan...
Ha muerto y ya está. ¿Ya está? Y no sé a qué viene este sentimiento de culpa, este gris plomizo que surca mis ojos cuando pienso en Helm. No puedo estar decepcionada, le debo la vida. La vida. Pero, entonces, ¿a qué esta tristeza?

viernes, 23 de enero de 2009

Un extraño presentemiento

Me siento muy raro desde el incidente con los murcielagos gigantes. Nicolos me salvo, aunque hasta el se sorprende de que este todavia vivo, ese murcielago me quito un buen cacho del cuello. Puede que haya sobrevivido pero esta cicatriz no me la quita ni el diablo.

Además, unas extrañas pesadillas me acometen todas las noches, en ellas salgo yo abrazado por la luz radiante de Hela, pero en el horizonte veo como una oscuridad total se acerca a mi, y cada noche que pasa esa oscuridad esta más cerca de mí, y es tan profunda que oscurece hasta la luz de Hela, de hecho, en la última noche Hela ya no se me presenta en sueños, y siento como otra figura misteriosa se me aparece, aunque no logro ver sus rasgos, solo su silueta, pero me resulta extrañamente familiar, como si ya la hubiera visto antes, y como si yo le debiera algo. Espero que solo sean sueños, pero no creo que solo sea eso, ya que cuando rezo, siento que mis oraciones no llegan a ella, si a otro ser, al que veo en sueños.

De momento no le dire nada a los demás, no quiero que se preocupen por mi, intentare seguir como siempre, y espero, deseo, que esto solo sean imaginaciones mias.

lunes, 19 de enero de 2009

Siento la intranquilidad de siempre cuando paseo por estos jardines: esa angustia que emana de los que aquí habitan y no se sienten fuertes. La vegetación condenada a espacios reducidos. Me gusta tener esta paz pero no en los jardines; tengo muchas ganas de volver al bosque, pese a que en él pueda resbalar mucho más mi instinto y acabemos en problemas. Todavía recuerdo ese oso que se almorzó al pícaro. De todas formas, ese pícaro nunca me dio buena espina. Pocos pícaros se ganan mi simpatía. Pero qué digo... Poca gente se gana mi simpatía, sea o no pícara.

Al menos he cumplido parte de mi misión y mis protegidos están a salvo. Es curioso que los llame así porque jamás había usado esa palabra. No obstante, tampoco he tenido mucho contacto con ellos. La mujer y el anciano salían poco del carro, y el hombre fuerte... Bueno, a él lo hemos visto mucho más.

No tenía miedo pero sí una inquietud creciente conforme avanzábamos y dejamos atrás los bosques. La pequeña iglesia derruida de Helm no me dio buena espina. Para nada. Ya sabemos dónde deciden los sacerdotes de Helm establecer sus templos. Aunque fue satisfactorio poder rendirle homenaje una vez más. Nunca está de más agradecer volver a nacer, ¿no? La experiencia en el templo fue fantástica. Ahora estoy mucho más segura de que la luz azul de Helm alumbra mis pasos y, así, poder alumbrar también los de mis compañeros.

Acabo de limpiar mi nuevo arco. Es el primero que tengo así. Siempre dije que mi modesto arco iba más que bien, pero este es más singular. Se lo agradecí a ese semiorco, a pesar de que enerve mis adentros a menudo. Tan solo le pedí flechas, y él me trajo un arco. Me sorprendió esa ¿bondad? Es un semiorco, sí, y no me termina de encajar. Pero le debo gran parte de mi éxito con el arco.

El elfo sigue callando a menudo. Cuando lo miro me parece ver aleteos de mariposas que lo rodean, es gracioso, me atrevería a decir. Es apuesto, aunque el humano que nos defiende con su espadón lo es más. Aunque no debería hablar de estas cosas, porque siempre sé cómo acaban. Lo mío es buscar caminos. Yo sola, nada más, yo sola...

¡Oh! Pensaba que nos habíamos librado de ese gnomo cargante y rebosante de saliva, pero no. Hoy ha aparecido de pronto medio chamuscado ante mí y varios compañeros. Lo mejor es que no hablaba, y he llegado a desear que se le hubiera quemado la garganta. Pero no; ahora se repone de sus heridas y casi puedo oír sus palabras enredadas que golpean la puerta de mis aposentos. ¡Maldito gnomo! Confieso que nos mantiene entretenidos, pero mi paciencia tiende a agotarse fácilmente.

No me gusta demasiado este sitio, a pesar de la ausencia parcial de peligro. Además, el hermano del humano que nos defiende con su espadón acecha de vez en cuando y eso me incomoda. ¿Qué querrá de mí? Lo que ocurrió rezando a Helm lo intrigó, lo sé, y noto en sus frases cierta tristeza. Es alguien un tanto extraño.

Creo que me pasaré a visitar al enano clérigo. Más de una vez ha hecho mi dolor llevadero, creo que se lo merece. O caminaré de nuevo por los jardines, sabiendo que no voy a sentir esa excitación silenciosa al pensar qué me espera detrás de cada árbol, al borde de cada camino.

lunes, 12 de enero de 2009

El viaje empieza.





Ya estamos de viaje. Será largo, muy largo, y peligroso. Estoy ansioso de probar mi espadón contra todo aquel que se ponga en mi camino y en el de mi nuevo amigo, Trémor, el mulo. Parece fuerte, será un buen tirador de carros.

Es nuestra primera misión muy importante. Aunque estoy algo preocupado, es posible que nos esté arrastrando a una muerte segura... Igual yo no muero, pero igual sí, o igual mueren los compañeros de Trog... El enano es amigo, Trog es amigo del enano barbudo con el espadón. Es un espadón como el de Trog, y Trog se siente feliz y alegre cuando pelea junto al enano gordo y barbudo. Y hace cosas increíbles, a veces quita el dolor y borra las heridas de Trog.

Mi padre era un humano, y me dijo cuando era menos fuerte: Trog, pequeño semiorco, si algún día te encuentras con alguien capaz de curar heridas, y cuyas acciones sean buenas, no dudes de él. Siempre es bueno estar aliado con clérigos.

No entendí bien qué dijo mi padre... Aunque él decía que no era mi verdadero padre, pero no importa. Él me crió y me hizo fuerte. Creo que el enano barbudo es como dijo mi padre, un clérigo bueno... Creo que es bueno porque no ha hecho daño a Trog, ni lo ha tratado mal, y no ha intentado matar a gente más débil que él. No como ese loco que no puede entrar en la ciudad y que viene con nosotros... Me da mala espina, pero tengo ración de gran fuerza y espadón para él si molesta a Trog. A Trog no se le molesta, no quiere impertinencias. De ningún tipo... Trog a veces se siente molestado muy fácilmente.

Ya le he dado su merecido a ese loco cuando quería atacar a algo que pedía ayuda... Ha resultado ser un elfo. Nunca había visto ninguno de verdad. Parece muy debilucho y asustado... No podré hacer luchas de fuerza con él.

Trog quiere descansar... La misión será larga, difícil y peligrosa. Trog está ansioso de pelear, de pelear mucho, y de partir enemigos en pedazos. Aunque tiene algo de miedo por sus compañeros. No por todos.

Pobre elfo... Tiene tanto miedo que no puede ni dormir, dice que no le hace falta... ¿Acaso cree que puede engañar a Trog? Todo el mundo necesita dormir, ¡todos los semiorcos duermen! Él verá lo que hace... Solo espero que no dé problemas.

Trog se tiene que asegurar de que nadie descubra que sabe escribir... Aunque leer le cueste un poco más. Esconderé esto en mis botas... Así nadie se acercará. ¡Trog es un genio!