lunes, 19 de enero de 2009

Siento la intranquilidad de siempre cuando paseo por estos jardines: esa angustia que emana de los que aquí habitan y no se sienten fuertes. La vegetación condenada a espacios reducidos. Me gusta tener esta paz pero no en los jardines; tengo muchas ganas de volver al bosque, pese a que en él pueda resbalar mucho más mi instinto y acabemos en problemas. Todavía recuerdo ese oso que se almorzó al pícaro. De todas formas, ese pícaro nunca me dio buena espina. Pocos pícaros se ganan mi simpatía. Pero qué digo... Poca gente se gana mi simpatía, sea o no pícara.

Al menos he cumplido parte de mi misión y mis protegidos están a salvo. Es curioso que los llame así porque jamás había usado esa palabra. No obstante, tampoco he tenido mucho contacto con ellos. La mujer y el anciano salían poco del carro, y el hombre fuerte... Bueno, a él lo hemos visto mucho más.

No tenía miedo pero sí una inquietud creciente conforme avanzábamos y dejamos atrás los bosques. La pequeña iglesia derruida de Helm no me dio buena espina. Para nada. Ya sabemos dónde deciden los sacerdotes de Helm establecer sus templos. Aunque fue satisfactorio poder rendirle homenaje una vez más. Nunca está de más agradecer volver a nacer, ¿no? La experiencia en el templo fue fantástica. Ahora estoy mucho más segura de que la luz azul de Helm alumbra mis pasos y, así, poder alumbrar también los de mis compañeros.

Acabo de limpiar mi nuevo arco. Es el primero que tengo así. Siempre dije que mi modesto arco iba más que bien, pero este es más singular. Se lo agradecí a ese semiorco, a pesar de que enerve mis adentros a menudo. Tan solo le pedí flechas, y él me trajo un arco. Me sorprendió esa ¿bondad? Es un semiorco, sí, y no me termina de encajar. Pero le debo gran parte de mi éxito con el arco.

El elfo sigue callando a menudo. Cuando lo miro me parece ver aleteos de mariposas que lo rodean, es gracioso, me atrevería a decir. Es apuesto, aunque el humano que nos defiende con su espadón lo es más. Aunque no debería hablar de estas cosas, porque siempre sé cómo acaban. Lo mío es buscar caminos. Yo sola, nada más, yo sola...

¡Oh! Pensaba que nos habíamos librado de ese gnomo cargante y rebosante de saliva, pero no. Hoy ha aparecido de pronto medio chamuscado ante mí y varios compañeros. Lo mejor es que no hablaba, y he llegado a desear que se le hubiera quemado la garganta. Pero no; ahora se repone de sus heridas y casi puedo oír sus palabras enredadas que golpean la puerta de mis aposentos. ¡Maldito gnomo! Confieso que nos mantiene entretenidos, pero mi paciencia tiende a agotarse fácilmente.

No me gusta demasiado este sitio, a pesar de la ausencia parcial de peligro. Además, el hermano del humano que nos defiende con su espadón acecha de vez en cuando y eso me incomoda. ¿Qué querrá de mí? Lo que ocurrió rezando a Helm lo intrigó, lo sé, y noto en sus frases cierta tristeza. Es alguien un tanto extraño.

Creo que me pasaré a visitar al enano clérigo. Más de una vez ha hecho mi dolor llevadero, creo que se lo merece. O caminaré de nuevo por los jardines, sabiendo que no voy a sentir esa excitación silenciosa al pensar qué me espera detrás de cada árbol, al borde de cada camino.

3 comentarios:

  1. Es un fraude el hombre musculoso... Sospecho de él. Así de claro.

    ¬¬

    ResponderEliminar
  2. ¿Qué hombre musculoso?
    ...^^

    Brempa también tiene miedo. Porque nunca se le había acercado un hombre que no le preguntara dónde escondía su verdadera cara.



    PD: Qué tal ves mi debut, erudito Trog?:)

    ResponderEliminar
  3. Creo que brempa deberia aprobechar esta oportunidad. Es el primer hombre que se le acerca así y puede que el último, pero ella vera.

    Que bien considerado teneis al enanillo, espero que eso no cambie.XD

    ResponderEliminar